Que las paredes nos hablen y rían
con nosotros a oscuras, que los muebles te abracen y acaloren tu ser, que las
telas te acaricien hasta las entrañas, y que naden nuestras almas en ese mar de
algodón, que las puertas te digan que te puedes quedar para siempre. Que el
suelo se ablande sintiendo tus pasos de miedo y el agua te envuelva cálidamente
al tocar tu piel.
Que mis espacios te susurren al oído lo que es tan cierto, lo que es tan indudable: que son tuyos, todos tuyos, que tuyo es mi universo y lo que se acerca a mí. Porque las cosas pertenecen a quien les da sentido, el sentido de su misma existencia ensimismada del ajeno amado, le pertenecen a quien les da valor con su presencia. Que todo te grite que es tuyo, tuyo, tan tuyo como soy yo.
Que mis espacios te susurren al oído lo que es tan cierto, lo que es tan indudable: que son tuyos, todos tuyos, que tuyo es mi universo y lo que se acerca a mí. Porque las cosas pertenecen a quien les da sentido, el sentido de su misma existencia ensimismada del ajeno amado, le pertenecen a quien les da valor con su presencia. Que todo te grite que es tuyo, tuyo, tan tuyo como soy yo.
Que regreses, como retorna una reina a su castillo después de
guiar la batalla, y a sus campos, que ejerzas señorío y reclames lo que te
pertenece desde siempre, desde siempre, desde siempre a diario repito eso para
mi. Que le devuelvas, con tu presencia, el orden al universo, al ahora Nuestro
universo. Que tus palabras descubran lo fugaz de lo eterno, Que le devuelvas,
con tu sonrisa, la magia a lo existente.
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